EL FIN DEL MUNDO

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Y habrá señales en el sol,
en la luna y en las estrellas.

(Lucas 21,25)





Al principio no dio mayor importancia a que el 'ralentí' de su automóvil se acelerara de imprevisto sin que existiera una causa razonable que hiciera circular el vehículo a una velocidad superior a la ordenada por su pié derecho. Discurrió, desde su conocimiento de la mecánica, que algún organismo metálico se había indispuesto bajo el capó, igual que ocurre con el paso de una estación a otra que la atmósfera varía y entonces la humedad del ambiente es distinta y eso influye en las maquinarias, como influye en la rótula de la rodilla de tío José que nota el reuma cada vez que las bajas presiones y la borrasca le advierten de la probable presencia de lluvias y tío José, con la pierna colgándole y la voz cansina de zahorí, dice con acierto que va a cambiar el tiempo. En los últimos años llovía poco, menos de lo acostumbrado en aquellos lares, lo que podía ser razón suficiente para que el metabolismo del motor, arregostado a la situación, se asustara ante un asomo de humedad porque a veces estos artefactos llegan a ser casi humanos en sus dolencias. Entendió también que quizás sólo se debería a un desajuste en el estárter, a lo que él llamaba la palanquita para tirar del aire.

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