La guerra que viene




Cuando era pequeño siempre tiró a dar y siempre fue con los malos. Pero aquel sueño le convirtió en pacifista de la noche al día. El fantasma de Eduardo, un niño que se ahogó en la acequia, vino una noche y le contó: la guerra del futuro será la más terrible de las guerras. Maléfica porque el efecto destructor de las guerras siempre ha superado, al menos en un ápice, a la anterior. En un pacto de cordura las guerras deberían hacerse con gomero -como las practicábamos nosotros-, pues siempre queda un poso bélico en el espíritu humano que de alguna manera hay que sublimar. No es menos cierto que la mejor guerra es ninguna, pero ese 'ninguna' parece conducir a 'cuando no quede nadie'. Probable aseveración para los que han calculado repetidas veces que la tercera de las guerras mundiales llegará, que será la más limpia porque en lo tocante a matar, la muerte vendrá de la mano de unos átomos respetuosos con el patrimonio histórico pero letales para la frágil vida. Por otra parte no es menos cierto que dos no se pelean si uno de ellos no quiere, pero como siempre habrá alguien azuzando y metiendo baza para sus intereses, la guerra llegará. Por tanto la última de las guerras será de risa, aunque muy seria, ya que después de todo lo peor no es perder, si no observar la cara que le queda al perdedor. Y esa es la esencia de la estrategia: la humillación. En esa guerra no habrá más fiambres -los muertos dan mala reputación en las noticias del día-, porque a lo sumo se morirán de vergüenza, nunca de un balazo letal y traicionero que lo ponga todo perdido de sangre: bastará que se mueran de bochorno. Los avances tecnológicos dotarán a unos pequeños cohetes de una inteligencia propia tal, que éstos buscarán el cañón del arma enemiga hasta inutilizarla, enviando al combatiente enemigo al paro. Mediante rayos láser se narcotizará a los soldados contrarios incidiendo en su sistema simpático, lo que les provocará tal entusiasmo que saltarán locos de alegría y desertarán en pos de la fiesta. Generadores de ultrasonidos provocarán en los batallones enemigos incontenibles diarreas o lanzadores de materia viscosa con cualidades de mucosidad atraparán a los soldados en una bola pegajosa imposible de zafarse. No faltarán tampoco las armas sicológicas con mensajes personalizados para cada combatiente, donde públicamente se airearán cuáles son los defectos, vicios y secretas ruindades de cada soldado que serán conocidas vox populi. Al despertarse notó cierto alivio: había comenzado la guerra que viene.

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