EL CHIVATO


Pepico fue un niño gestado en la guerra que nació, como muchos de aquella época, con el hambre atrasada. Al crecer tuvo empleo de niño de posguerra y trabajó en la vega como muchos zagales. Recogía turrillos y zocas y sacaba el tarquín de las acequias. Por supuesto, fue empleado muchas veces como recadero y enviado, junto al burro Chocolate, a llevar la comida a su abuelo.
A menudo el hambre licenciosa le impulsaba a deshacer hatillo de la comida y un día probaba la salamandroña, otro chupaba las morcillas y un tercero cataba el puchero de coles. En cierta ocasión el abuelo, con bondad, le reprochó lo que hacía y le dijo que compartiría su comida pero que no destapara más el almuerzo en mitad del camino para catarlo.
Pepico, ofendido por haber sido descubierto, inquirió al abuelo quién le había contado lo que él hacía. Ante la inocente pregunta infantil el abuelo acusó al burro de ser su confidente. Pepico agachó la cabeza, cogió la cuerda y tiró de Chocolate hasta perderse en un vericueto de la vega. Allí miró de frente al animal enfurecido y, mordiéndole una oreja, le espetó: «esto es para que no te chivates más».

1 comentario:

Anónimo dijo...

Qué bien mezclada la ingenuidad y la mala leche infantil.
:)