Campeonato Mundial de Fútbol de placeta

La vida nunca volvió a ser tan feliz como aquellos días de verano cuando, desde la mañana a la noche, no había otra dedicación que la de jugar al fútbol sin más interrupción que la hora de la comida. Cierto que existían unas reglas y unos límites pero el resto era puro juego: el fútbol en su esencia. No había partidos sino desafíos, normalmente a diez goles.

Antes de empezar a dar patadas a la pelota había que escoger, un momento decisivo porque de ese hecho dependía la suerte del juego. O los equipos estaban equilibrados o el encuentro acababa antes de tiempo por retirada del contrario. Se escogía a pares o nones entre dos capitanes y siempre había disputa por llevarse los mejores elementos. El sorteo de campo se hacía lanzando una piedra plana al aire, mojada previamente por una de sus caras con saliva. Para comenzar el partido se daban dos botes algo que, con frecuencia, iniciaba la primera de las discusiones por la parcialidad del bote inclinado hacia uno u otro campo. A partir de ahí comenzaba el ‘zafarrancho de combate’. Cada gol se celebraba como una autentica victoria.

Las disputas alcanzaban incluso al seno de los componentes de un mismo equipo cuando, por ejemplo, había que lanzar un penalti. Ese lance del juego que todos los niños queríamos protagonizar. Pobre de aquel que lo fallara después de discutir con sus compañeros quien era el chutador.

Las normas más destacadas decían que penalti y gol es gol; que de portería a portería es una marranería (y el gol no valía); que no había fuera de juego pero quien marcaba los goles detrás del último defensa debería cargar con el descalificativo de 'ficharroscas'. Había diferentes faltas que provocaban discusión como la ‘mano-caída’, si la pelota tocaba el brazo mientras este se apoyaba en el suelo, mano involuntaria, agarrón, zancadilla o patada.

Al finalizar el partido el himno que entonaban los ganadores, para humillación de sus contrarios, venía a decir:

Hemos ganado
Una copa de meaos
Y se la han bebido
Los que han perdido.