Mendigo



Aquel hombre sentado en el suelo de una calle céntrica, mugriento y pedigüeño, no quería dinero. Escrito a mano, con trazos de ansiedad, sobre un trozo de cartón se podía leer: dame tiempo.


Flechazo




Se enamoró de una ecuación de segundo grado pero su amor no tuvo solución. Nunca supo despejar la incógnita que había en su mirada.


Vagabundos

Al salir de casa se topó, sin quererlo, con un rhinovirus que deambulaba por la acera. Tenía un aspecto lamentable. En un acto de humanidad le dijo se cuidara que tenía mala cara. “Márchese a casa, métase en la cama y descanse”. Enfadado, el rhinovirus se revolvió contra él y lo colonizó.

Para la fiebre alta y los estornudos el médico le ha mandado paracetamol y tomar mucho líquido. Un alma caritativa le prepara infusiones calentitas de miel con limón. Contra la ingratitud, nada. Curarse, si acaso, y caminar de nuevo.

Pésame




Fue a dar las condolencias a un conocido por el fallecimiento de un familiar. Al acercarse a la casa vio la mesilla con el libro de firmas y las sillas en la puerta. No era una tarea grata pero había que cumplir. Fuera no había nadie y pensó que quizás era muy pronto o muy tarde. La puerta de la calle estaba abierta pero en el recibidor las sillas permanecían vacías. Tampoco se escuchaba ningún ruido que advirtiera de la presencia de gente en la casa. Se extrañó y dudó si entrar o marcharse para regresar después, pero se dijo que ya que estaba allí no era cuestión de volver otra vez. Entró con parsimonia mientras buscaba con la mi
rada la presencia de alguien en la vivienda. El velatorio estaba vacío. Su olfato lo orientó hacia el olor a crisantemos, gladiolos y lirios que emanaba desde una habitación al fondo de la casa. Durante un instante estuvo desconcertado sin saber hacia dónde ir, pero se decidió y llegó hasta la habitación donde estaba el féretro. El cadáver no estaba y en su lugar un cartel indicaba: «ni vivo ni muerto». Sintió un repentino escalofrío y se marchó. Caminó molestó durante un rato porque consideró inútil su acción y, sobre todo, se sintió frustrado por no haber podido dar el pésame a nadie.


Vendedor ambulante




En la confluencia de la calles de Saint-Denis y Etienne Marcel de París, un hombre ciego vende relojes con la esfera vacía.
Cuando le preguntan por qué los relojes no tienen números ni manecillas contesta que porque el tiempo es como un espejo sin fondo.


El síndrome del pez volador




—Estoy harta de ser mujer —me confesó Lucía—. En la próxima vida me pido ser hombre. Deberíamos ser como algunas especies de peces tropicales que tienen una cierta flexibilidad en cuanto a su determinación sexual.
— ¿Y cómo es eso?
—pregunté intrigado.
—Ocurre, por ejemplo en una especie de peces voladores, que son machos en la primera etapa de su vida y luego cambian a hembras.


El candidato




Harto de prometer en los últimos treinta años, el candidato de centro-izquierda-derecha donó su cuerpo a las urnas.


El sistema de D'Hondt




Ante el reparto injusto de los votos, la Junta Electoral decidió hacerlo por la cuenta de la vieja.


Enjuague bucal




Aquella mañana se limpió la boca como tantas otras antes de ir a trabajar. Se despistó y, equivocado, cogió un bote de linimento átono. Durante todo ese día habló sin acento y sin acentos.


Amor húmido




Un argonauta encontró a una sirena y le prometió su amor. La sirena pensó que era una buena oportunidad para cambiar a una vida menos húmeda. El tiempo, en cambio, no le dio la razón. Las lágrimas anegaron cada día de su futuro.


Don de gentes




Resultaba aborrecible. Sin embargo era un personaje lleno de buenas intenciones por caer bien a todo el mundo. Es más, se esforzaba hasta la extenuación por repartir simpatía.


El harén




Angustiado despertó del sueño: estaba rodeado por todas las mujeres que le había amado en su vida.


Paradoja de la gallina




Una gallina puso un huevo y pensó: «qué fue primero el huevo o la gallina». Esa paradoja, sentida como una injuria, acabó por matarla.


Cartógrafo




—Necesito un mapa.
—Qué clase de mapa.
—No sé. Estoy perdido.
—Puede que le valga una carta de navegación sideral.
—Es más a nivel personal.
—Quizás un mapa cognitivo.
—Es sobre mi existencia.
—Entonces mejor cartografiar el atlas de la conciencia humana que se borra cuando desapareces.


Entrevista




–¿Qué me puede contar de usted?
–En beneficio propio, lo mejor que puedo hacer es no decir nada sobre mí.



Primicia




El alquimista ofreció una conferencia de prensa para desmentir que su cometido fuera el de transmutar metales en oro. “Buscamos la Piedra Filosofal para licuar el tiempo y sublimar los sentimientos hasta hacerlos cristalizar”, dijo. Y luego desapareció.


Instrucciones de uso para hacer la o con un canuto




En el uso del canuto para hacer la o, es primordial saber elegir, previamente, el tipo de material de que está formado el mismo, dado que condicionará la calidad de cada o escrita al final del proceso.
Si se opta por trabajar con uno compuesto por elementos vegetales, las oes obtenidas tendrán la singularidad de cargar sus círculos en curvaturas vegetarianas. Si por el contrario resulta que se escogen materiales prefabricados, tipo PVC, abundarán las redondeces escuálidas y antipáticas que se reconocen en palabras como odio u omóplato.
Es por ello que la arbitrariedad no debe presidir el juicio de la elección y hay que tener buena mano para escoger el canutero.
El tipo de tinta es, por igual, un componente importante en el proceso de creación de oes. No es lo mismo una tinta china que la destilada del pulpo o calamar. El orbital de la o puede tender a ser plasmado con bordes más contundentes o livianos, según el tintado.
La templanza en el pulso es, finalmente, el requisito más significativo para los hacedores de oes con un canuto. Su habilidad en adquirir la técnica de plasmación de la o determinará su endeblez tipográfica, el trazo longitudinal cerrado, la esfericidad de su espíritu y su eterna redondez.


Juicio




Mamá no tuvo la culpa de echar al bebé en la lavadora, junto con la ropa de la colada. Fueron los nervios y por eso el juez la condenó a una calma perpetua.


Abducción pictórica




La mujer que vigila la cuarta sala del museo, dedicada al impresionismo de Toulouse Lautrec, observaba como un hombre se embelesa frente a un cuadro. Cada día visitaba la sala y se quedaba impasible largo rato con la mirada fija en la obra. Después se despedía de la mujer.
La vigilante, abonada a su rutina, en una ocasión levantó la vista del libro que leía y vio al hombre enfrentado a la pintura nuevamente. Volvió a embeberse de letras hasta que terminó su turno de trabajo y cayó, entonces, en que el hombre no se había despedido. Desde ese día no lo volvió a ver por el museo.
Ahora, cada vez que vuelve a su rutina laboral y mira el cuadro 'Baile en el Moulin Rouge', siente una especie de repelús.


Domingo de minificción




Lunes no supo qué hacer aquella tarde de sábado llena de adolescentes díscolos y gente muy arreglada.


Paladar quemado




Atravesó la pared y, sin decir nada, se sentó a la mesa como uno más. Ningún comensal le advirtió que la sopa estaba muy caliente.


Espíritu maligno




El bebé lloró toda la noche de hambre y murió al amanecer. A Munashe, una joven mujer zimbabuensa, el llanto se le quedó dentro y enloqueció.


Buen apetito




Arañó el borde de la aurora con una gubia. Lo metió en un trozo de pan negro y se desayunó, como todas las mañanas, con la ilusión de la luz.


Artes marciales




Un dolor le asaltó al cuello, lo dobló y lo obligó a hincar la rodilla en tierra. Su consuelo fue saber que el dolor era cinturón negro.

Clarividencias




Sentado a la puerta de la catedral de Notre Dame un hombre ciego se anuncia como vidente. ¿Logras ver el futuro? , le preguntan. Sí, puedo ver un porvenir invidente.


A la vuelta del tiempo




En los últimos treinta años, cada vez que se marchaba de aquella oficina, tras una larga jornada de trabajo, sentía que olvidaba algo. Después recapacitaba: «mañana veré».

Un día no pudo aguantar más esa sensación y volvió para ver qué era. Entonces descubrió, asombrado, que se había dejado allí su vida, sentada en aquella silla junto a la mesa. La reconoció por ser tremendamente joven y entusiasta. Utópica y arriesgada. Pero sobre todo inusada. «Si pudiera recogerla», pensó. Y se marchó, entristecido. Más que nunca.



Regresión




El monje zen se asomó al abismo y dijo: «un paso atrás es un nuevo camino.»


Familia lectora




Poseía una gran biblioteca en la que pasaba muchas horas. Se encerraba rodeado de libros para empaparse de sus conocimientos como en un proceso osmótico. Un día desapareció dentro de ella. Desde entonces, la búsqueda de su familia es exhaustiva en el estómago de cada página escrita.


Imágenes literarias




Su miopía como escritora le impedía ver bien las imágenes. Metáforas, metonimias y tropos, los encajaba en brumosas frases que sus lectores entendían como plasmación de una escritura hermética.


La, final




Su última nota no fue gol.


Empuje hidrocéfalo




Por comprobar el principio de Arquímedes, sumergió su cabeza en la bañera y comprobó que el mundo se inundaba de ideas mientras él se ahogaba.


Estacionalidad gramatical




El punto se contrae en invierno debido a las bajas temperaturas. En verano, dilata. de ahí la desmesura del punto y final de este microrrelato•


Cine de verano




Esa noche proyectaban El último bañista. La medusa dio un salto en su asiento al leer el título. El tiburón que estaba junto a ella la tranquilizó: «no te preocupes, todos los años ponen la misma.»


Atrapado en el tiempo




Avanzó en la lectura del relato hasta perderse en la maraña de palabras, algo que le obligó a recomenzar la narración. Avanzó en la lectura del relato hasta perderse en la maraña de palabras, algo que le obligó a recomenzar la narración.


El vigilante




Era absurdo pero todos abandonaban la ciudad al llegar el verano. Únicamente quedaba un solo habitante, al acecho, para que no desapareciera.



Reflejo socrático




Cuando Sócrates se miraba en el espejo solía decir: «si sólo sé que no sé, cómo sé que quien me ve en el espejo sabe que soy yo.»


Mensaje en una botella




Según las autoridades, cualquier persona poseedora de este texto deberá personarse en la administración más cercana a fin de recibir un título de lector escritos embotellados.


La socorrista




Mientras braceaba para no hundirse en el mar grito: ¡socorro! ¡socorro! La vigilante de la playa lo miró y pensó: mi nombre es Julia, no me llama a mí.

Excursionistas




En la tundra de Groenlandia una turista distraída tomaba el sol. De repente, un numeroso grupo de lemmings realizó un suicidio colectivo arrojándose en masa al mar. Entonces pensó que las agencias de viajes programan, cada vez, atracciones más raras para atraer a los turistas.


Campaña de imagen




El diablo anunció en rueda de prensa que la mitad de sus malas acciones estarían destinadas a combatir la pobreza.


El castillo de arena




Primero fueron los torreones y almenas. Tras el foso y el puente levadizo edificó las gruesas murallas. Continuó con las aspilleras y concluyó con la torre del homenaje. Lo que no imaginó fue que el banco acabaría por hipotecarlo.


Vecindad




La encontré al entrar en el ascensor. Me miró a la cara y me dijo: «piensa lo que quieras pero piensa.»


Declinaciones




Este niño sabe hablar latín ―defendió la madre muy ufana―, lo que llevó al profesor a preguntar al pequeño de cuatro años sobre el ablativo singular de la tercera declinación del verbo saber.


El precio del oro




El rey Midas continuó transformando en oro todo lo que tocaba. Hasta tal punto hubo abundancia de este metal que su valor se depreció y llegó a valer como el hierro viejo.


El infierno perfecto




Todo era impecable en su vida: familia, trabajo, amigos, situación económica. Tan impecable era todo que se hizo insoportable.


Genómica




Decidieron reproducir su ADN a partir de una muestra de su cadáver para recuperar el genio de su escritura. Al abrir la tumba del cementerio de Montparnasse no encontraron los restos de Cortázar. En su lugar sólo había varios montones de palabras.



Clientela




El camarero estaba a punto de cerrar el bar tras una larga jornada de más de doce horas. Un hombre entró y le pidió la última copa. Le salió gratis.


Epistolaria




Remití una carta cuyo destinatario era yo mismo. Cuando recibí la misiva me sacudió la impresión de que me escribía un extraño. Y la devolví sin leerla.


La ciudad escrita




Edificios, calles, plazas, interiores y exteriores, todas las superficies de aquella ciudad habían sido pintadas con los textos escritos de miles de libros. Era un castigo para sus habitantes que nunca leían. Ahora mientras andaban por la ciudad o viajaba en trasporte miraban atónitos el decorado porque se habían vuelto analfabetos.



Flechazo




Se enamoró de una ecuación de segundo grado pero su amor no tuvo solución. Nunca supo despejar la incógnita que había en su mirada.


Intervención quirúrgica




Entró en el quirófano con toda la ilusión del mundo. Lo iban a operar de los malos pensamientos. Pero el cirujano se equivocó y le extrajeron las ideas más peregrinas. Desde entonces su única lectura es el Boletín Oficial del Estado.


Antípodas



Las dos últimas personas que habitaban la Tierra estaban cada una al otro lado del planeta. Las dos comenzaron a viajar en la misma dirección en busca del remitente de un email que quería dejar de estar solo.


Conclusión



Siempre le gustaba decir la última palabra y ese fue su fin.


Alcoholismo



Embriagado de palabras vomitó una novela.


Relator



Presentó su obra a un concurso de relatos sobre depilación láser y fue descalificado por no tener un pelo de tonto.


Familia lectora



Poseía una gran biblioteca en la que pasaba muchas horas. Se encerraba rodeado de libros para empaparse de sus conocimientos como en un proceso osmótico. Un día desapareció dentro de ella. Desde entonces, la búsqueda de su familia es exhaustiva en el estómago de cada página escrita.



Plagio


Fiel a su estilo no hizo otra cosa que copiarse a sí mismo. Fue denunciado por la sociedad de autores.

Vagabundos


Al salir de casa se topó, sin quererlo, con un rhinovirus que deambulaba por la acera. Tenía un aspecto lamentable. En un acto de humanidad le dijo se cuidara que tenía mala cara. “Márchese a casa, métase en la cama y descanse”. Enfadado, el rhinovirus se revolvió contra él y lo colonizó.
Para la fiebre alta y los estornudos el médico le ha mandado paracetamol y tomar mucho líquido. Un alma caritativa le prepara infusiones calentitas de miel con limón. Contra la ingratitud, nada. Curarse, si acaso, y caminar de nuevo.

Mutación


Ha sido fijo por el cambio climático. El Yeti ha decidido dejar su oficio y dedicarse a otro negocio que nada tenga que ver con las nieves perpetuas. Dicen que lo han visto con menos pelo en un curso de algoritmos computacionales. Otros, afirman, por el contrario, que se trata de Al Gore, disfrazado. Y hay quien va más allá y lo identifica con Julian Assange.

Develación


Sobre el pecho de Yasuko se posó una mariposa. Con su mano cubrió el gesto alado y escuchó un tenue rumor de alas junto a su corazón. Imaginó la espuma de los besos en un mar de flores. Y cuando la joven sus dedos abrió sólo encontró, con fino polvo escrita, una palabra de amor.

La escapista


Insatisfecha, horadó el muro de su realidad y escapó. Desde entonces vive en un blog —un lugar parecido a la infancia donde son plausibles los sueños—. A diario retorna y nadie se da cuenta que se ha evadido del mundo.

Miopía deífica


Y Dios preguntó a Caín: «qué has hecho». Y Caín le respondió: «acaso no lo has visto, para qué me preguntas».

Primicia


El alquimista ofreció una conferencia de prensa para desmentir que su cometido fuera el de transmutar metales en oro. “Buscamos la Piedra Filosofal para licuar el tiempo y sublimar los sentimientos hasta hacerlos cristalizar”, dijo. Y luego desapareció.

Veredicto


El juez dictó sentencia: la pena fue proscribir la alegría.

Anatomía de la palabra


Hablaba hasta por los codos. Sus conversaciones estaban articuladas entre la flexión y la reflexión.

Cuentos contra la Navidad




Paparruchas

Llegaron tres fantasmas. Ninguno traía incienso, ni mirra, ni oro. La fastidiamos —gritó el viejo Scrooge—. Seguidamente escribió a Dickens. Señor escritor: desearía que en sus cuentos de Navidad me otorgara otro tipo de protagonismo.




Muerte en Navidad

No murió de frío ni de hambre, prefirió la gula.




Regalo envenenado

Esperó toda la noche con un cuchillo junto al árbol de Navidad. Esta vez no estaba dispuesta a que la timaran como en años anteriores.




Conflictividad

Odiaba tanto la Navidad que llegó a provocar una crisis de gobierno.




Blanca Navidad

Bajo un cocotero, tumbada a la orilla de un mar azul maya, Blessing Mouoga lloró porque la Navidad era un fraude para ella que nunca vio nevar.




Inocentada

Anduvo muerto toda la eternidad y como broma volvió a la vida.




El muñeco diabólico

Nadie supo cómo había llegado hasta el árbol de navidad ese regalo pero el muñeco tenía la misma cara del tío Federico, desparecido un año antes mientras viajaba por el territorio amazónico de los Shuar.




Belén hiriente

Papá Noel ingresó en área hospitalaria de Observación con un crucifijo clavado en el ojo. Tras pedirle su tarjeta sanitaria el enfermero le preguntó si le dolía alguna parte del cuerpo.




Nochevieja

A pesar del jolgorio acordaron, en nombre de lo correcto, llamarla noche de la tercera edad.




Migraciones

Dijo una voz celestial: quien esté tirado en la carretera o en un aeropuerto que pase un feliz año nuevo.




El espíritu de la Navidad

Jesús es una persona sin hogar desde hace una década. Estas noches, por eso del frío, dormita en el portal de Belén.




Moco de pavo

En cuanto cruzó la mirada con el animal lo supo, este año el pavo estaba resfriado.




El emisario

El cartero real visitó el poblado de chabolas y recogió las misivas de los niños. Cuando los Magos de Oriente las abrieron todas estaban en blanco.




Lotería de El Niño

Todos los años sorteaban por estas fechas un lote de infantes huérfanos del tercer mundo.




La tortura

Tras maniatar y amordazar a sus padres Natalia los torturó hasta la extenuación. Luego la niña de diez años los interrogó con agresividad y mientras los amenazaba con un cuchillo les dijo: confesad la verdad y decidme que los Reyes Magos existen o de esta no escapáis vivos.




Mágica infancia

Llevaba varios años en el paro cuando lo contrataron para que, durante las fiestas navideñas, hiciera de rey mago en un centro comercial. Después de haber dado consejos a más de tres mil niños y posado para el recordatorio fotográfico, una pequeña le preguntó: ¿no crees que deberías buscarte un trabajo en vez de estar aquí todo el día sentado?




Pesadilla después de Navidad

Soñó que habían acabado las rebajas de enero y al despertar supo que no existía el Corte Inglés.