La libreta digital
Altos vuelos
La madre se lo tenía dicho, que no jugara con el niño. El padre siempre hizo caso omiso. Al principio sujetaba al bebé con sus largos brazos y lo subía a la altura hasta donde podía extenderlos. Después comenzó a lanzarlo por el aire hasta la altura del techo de la casa y el bebé sonreía.
Para no desentonar con lanzamientos anteriores, en la calle lo soltaba con fuerza hasta la altura de la farola y así prosiguió hasta alcanzar el tejado de la casa. El bebé sonería.
Ante la protesta de la madre viajó hasta Italia y lo proyectó hasta la altura de la torre de Pisa y cuando cayó lo recogió con certera precisión y seguridad. Repitió su proeza en París, ante la torre Eiffel, en Shanghái junto al rascacielos que lleva este nombre y en el edificio Burj Khalifa hasta alcanzar sus 828 metros de altura, no sin el ay contenido de la madre hasta que el bebé —que sonreía— regresaba a los brazos de papá.
En el último lanzamiento, el padre reconoció que se le fue la mano. Ahora el bebé sonríe desde la Estación Espacial Internacional.
Genómica
Decidieron reproducir su ADN a partir de una muestra su cadáver para recuperar el genio de su escritura. Al abrir la tumba del cementerio de Montparnasse no encontraron los restos de Cortázar. En su lugar sólo había varios montones de palabras.
Dadivosidad
Cada vez que pasaba por aquella boca de metro escupía en el sombrero vacío del pedigüeño. Harto el mendigo de ver el gesto repetido, un día le preguntó por qué lo hacía. «Yo al menos te regalo mi desprecio, el resto nada.»
Acorralado
─¡Abuela!, que dicen los científicos que tienen acorralado al bosón de Higgs.
El precio del oro
El rey Midas continuó transformando en oro todo lo que tocaba. Hasta tal punto hubo abundancia de este metal que su valor se depreció y llegó a valer como el hierro viejo.
Declinaciones
Este niño sabe hablar latín ―defendió la madre muy ufana―, lo que llevó al profesor a preguntar al pequeño de cuatro años sobre el ablativo singular de la tercera declinación del verbo saber.
Intervención quirúrgica
Entró en el quirófano con toda la ilusión del mundo. Lo iban a operar de los malos pensamientos. Pero el cirujano se equivocó y le extrajeron las ideas más peregrinas. Desde entonces su única lectura es el Boletín Oficial del Estado.
Imágenes literarias
Su miopía como escritora le impedía ver bien las imágenes. Metáforas, metonimias y tropos, los encajaba en brumosas frases que sus lectores entendían como plasmación de una escritura hermética.
Primicia
El alquimista ofreció una conferencia de prensa para desmentir que su cometido fuera el de transmutar metales en oro. “Buscamos la Piedra Filosofal para licuar el tiempo y sublimar los sentimientos hasta hacerlos cristalizar”, dijo. Y luego desapareció.
El tendero de las palabras
La primera vez que me fijé en él lanzaba piropos a un grupo de jovencitas que pasaba frente a su tienda de ultramarinos. En la puerta había colocada una pizarra sostenida sobre una especie de atril de patas cortas. Escrito con tiza, junto al precio del pan, las patatas y el azúcar, se podía leer: «no hay sábado ni mocita sin amor».
Epistolaria
Remití una carta cuyo destinatario era yo mismo. Cuando recibí la misiva me sacudió la impresión de que me escribía un extraño. Y la devolví sin leerla.
Clientela
El camarero estaba a punto de cerrar el bar tras una larga jornada de más de doce horas. Un hombre entró y le pidió la última copa. Le salió gratis.
Genómica
Decidieron reproducir su ADN a partir de una muestra su cadáver para recuperar el genio de su escritura. Al abrir la tumba del cementerio de Montparnasse no encontraron los restos de Cortázar. En su lugar sólo había varios montones de palabras.
Dadivosidad
Cada vez que pasaba por aquella boca de metro escupía en el sombrero vacío del pedigüeño. Harto el mendigo de ver el gesto repetido, un día le preguntó por qué lo hacía. «Yo al menos te regalo mi desprecio, el resto nada.»
El precio del oro
El rey Midas continuó transformando en oro todo lo que tocaba. Hasta tal punto hubo abundancia de este metal que su valor se depreció y llegó a valer como el hierro viejo.
Declinaciones
Este niño sabe hablar latín ―defendió la madre muy ufana―, lo que llevó al profesor a preguntar al pequeño de cuatro años sobre el ablativo singular de la tercera declinación del verbo saber.
Atrapado en el tiempo
Avanzó en la lectura del relato hasta perderse en la maraña de palabras, algo que le obligó a recomenzar la narración. Avanzó en la lectura del relato hasta perderse en la maraña de palabras, algo que le obligó a recomenzar la narración.
Reflejo socrático
Cuando Sócrates se miraba en el espejo solía decir: «si sólo sé que no sé, cómo sé que quien me ve en el espejo sabe que soy yo.»
Imágenes literarias
Su miopía como escritora le impedía ver bien las imágenes. Metáforas, metonimias y tropos, los encajaba en brumosas frases que sus lectores entendían como plasmación de una escritura hermética.
Primicia
El alquimista ofreció una conferencia de prensa para desmentir que su cometido fuera el de transmutar metales en oro. “Buscamos la Piedra Filosofal para licuar el tiempo y sublimar los sentimientos hasta hacerlos cristalizar”, dijo. Y luego desapareció.
Viaje en tren
Vendedor ambulante
En la confluencia de la calles de Saint-Denis y Etienne Marcel de París, un hombre ciego vende relojes con la esfera vacía.
Castillo de naipes
Lu-Chi Ai-ti acudió al gran maestro para que le aconsejara sobre las adversidades que el destino, a veces, depara.
Intervención quirúrgica
Entró en el quirófano con toda la ilusión del mundo. Lo iban a operar de los malos pensamientos. Pero el cirujano se equivocó y le extrajeron las ideas más peregrinas. Desde entonces su única lectura es el Boletín Oficial del Estado.
Ola de calor
A Isabel y Pablo les sobrevino un problema con la ola de calor: los niños se les derretían como una bola de helado en el Sahara.
Línea regular
Probablemente, en principio, no se fijó en la leyenda del ticket que le expidió el conductor del autobús. Tras recogerse en uno de los asientos traseros y, mientras jugaba con él entre sus manos, leyó: «viaje hacia ninguna parte». En ese momento se convenció que había tomado el trayecto acertado.
La escapista
Insatisfecha, horadó el muro de su realidad y escapó. Desde entonces vive en un blog —un lugar parecido a la infancia donde son plausibles los sueños—. A diario retorna y nadie se da cuenta que se ha evadido del mundo.
Sudoku
Pasaba el tiempo rellenando las cuadrículas, casillas y cajas de su vida con palabras irrepetibles. Sin embargo no halló la solución al problema.
Olvido
Syna, transida de dolor por la separación de su amante, comió flor de loto para borrar de su memoria aquel amor y encontrar la serenidad.
A la vuelta del tiempo
En los últimos treinta años, cada vez que se marchaba de aquella oficina, tras una larga jornada de trabajo, sentía que olvidaba algo. Después recapacitaba: «mañana veré».
Enjuague bucal
Aquella mañana se limpió la boca como tantas otras antes de ir a trabajar. Se despistó y, equivocado, cogió un bote de linimento átono. Durante todo ese día habló sin acento y sin acentos.
Tareas domésticas
Ninguna arruga arruinaría su vida. Junto a las sábanas de hilo y la ropa interior de algodón tenía planchado a su nuevo maridito.
Entrega a domicilio
Era un paquete de células, hormonas, humores y otras piezas materiales. Lo fue ensamblando día a día, con amor con entusiasmo, hasta que le creció una hija sin saberlo.
Desperezada
Al despertar comprobó que esa noche había perdido su bostezo. Sus amaneceres, desde entonces, carecieron de fuerza para expulsar el hálito dañino de los malos sueños.
Paranomasia
El Flautista de Hamelin hizo sonar su flauta y todas las erratas le siguieron hasta ahogarse en el río de los correctores. Y nunca más hubo textos con errores.
Familia lectora
Poseía una gran biblioteca en la que pasaba muchas horas. Se encerraba rodeado de libros para empaparse de sus conocimientos como en un proceso osmótico. Un día desapareció dentro de ella. Desde entonces, la búsqueda de su familia es exhaustiva en el estómago de cada página escrita.
Antípodas
Las dos últimas personas que habitaban la Tierra estaba cada una al otro lado del planeta. Las dos comenzaron a viajar en la misma dirección en busca del remitente de un email que quería dejar de estar solo.
Mendigo
Aquel hombre sentado en el suelo de una calle céntrica, mugriento y pedigüeño, no quería dinero. Escrito a mano, con trazos de ansiedad, sobre un trozo de cartón se podía leer: dame tiempo.
Flechazo
Se enamoró de una ecuación de segundo grado pero su amor no tuvo solución. Nunca supo despejar la incógnita que había en su mirada.
Vagabundos
Para la fiebre alta y los estornudos el médico le ha mandado paracetamol y tomar mucho líquido. Un alma caritativa le prepara infusiones calentitas de miel con limón. Contra la ingratitud, nada. Curarse, si acaso, y caminar de nuevo.
Pésame
Fue a dar las condolencias a un conocido por el fallecimiento de un familiar. Al acercarse a la casa vio la mesilla con el libro de firmas y las sillas en la puerta. No era una tarea grata pero había que cumplir. Fuera no había nadie y pensó que quizás era muy pronto o muy tarde. La puerta de la calle estaba abierta pero en el recibidor las sillas permanecían vacías. Tampoco se escuchaba ningún ruido que advirtiera de la presencia de gente en la casa. Se extrañó y dudó si entrar o marcharse para regresar después, pero se dijo que ya que estaba allí no era cuestión de volver otra vez. Entró con parsimonia mientras buscaba con la mi
Vendedor ambulante
En la confluencia de la calles de Saint-Denis y Etienne Marcel de París, un hombre ciego vende relojes con la esfera vacía.
El síndrome del pez volador
—Estoy harta de ser mujer —me confesó Lucía—. En la próxima vida me pido ser hombre. Deberíamos ser como algunas especies de peces tropicales que tienen una cierta flexibilidad en cuanto a su determinación sexual.
— ¿Y cómo es eso?
—pregunté intrigado.
—Ocurre, por ejemplo en una especie de peces voladores, que son machos en la primera etapa de su vida y luego cambian a hembras.
El candidato
Harto de prometer en los últimos treinta años, el candidato de centro-izquierda-derecha donó su cuerpo a las urnas.
El sistema de D'Hondt
Ante el reparto injusto de los votos, la Junta Electoral decidió hacerlo por la cuenta de la vieja.
Enjuague bucal
Aquella mañana se limpió la boca como tantas otras antes de ir a trabajar. Se despistó y, equivocado, cogió un bote de linimento átono. Durante todo ese día habló sin acento y sin acentos.
Amor húmido
Un argonauta encontró a una sirena y le prometió su amor. La sirena pensó que era una buena oportunidad para cambiar a una vida menos húmeda. El tiempo, en cambio, no le dio la razón. Las lágrimas anegaron cada día de su futuro.
Don de gentes
Resultaba aborrecible. Sin embargo era un personaje lleno de buenas intenciones por caer bien a todo el mundo. Es más, se esforzaba hasta la extenuación por repartir simpatía.
El harén
Angustiado despertó del sueño: estaba rodeado por todas las mujeres que le había amado en su vida.
Paradoja de la gallina
Una gallina puso un huevo y pensó: «qué fue primero el huevo o la gallina». Esa paradoja, sentida como una injuria, acabó por matarla.
Cartógrafo
—Necesito un mapa.
Entrevista
–¿Qué me puede contar de usted?
Primicia
El alquimista ofreció una conferencia de prensa para desmentir que su cometido fuera el de transmutar metales en oro. “Buscamos la Piedra Filosofal para licuar el tiempo y sublimar los sentimientos hasta hacerlos cristalizar”, dijo. Y luego desapareció.
Instrucciones de uso para hacer la o con un canuto
En el uso del canuto para hacer la o, es primordial saber elegir, previamente, el tipo de material de que está formado el mismo, dado que condicionará la calidad de cada o escrita al final del proceso.
Juicio
Mamá no tuvo la culpa de echar al bebé en la lavadora, junto con la ropa de la colada. Fueron los nervios y por eso el juez la condenó a una calma perpetua.
Abducción pictórica
La mujer que vigila la cuarta sala del museo, dedicada al impresionismo de Toulouse Lautrec, observaba como un hombre se embelesa frente a un cuadro. Cada día visitaba la sala y se quedaba impasible largo rato con la mirada fija en la obra. Después se despedía de la mujer.
Domingo de minificción
Lunes no supo qué hacer aquella tarde de sábado llena de adolescentes díscolos y gente muy arreglada.
Paladar quemado
Atravesó la pared y, sin decir nada, se sentó a la mesa como uno más. Ningún comensal le advirtió que la sopa estaba muy caliente.
Espíritu maligno
El bebé lloró toda la noche de hambre y murió al amanecer. A Munashe, una joven mujer zimbabuensa, el llanto se le quedó dentro y enloqueció.
Buen apetito
Arañó el borde de la aurora con una gubia. Lo metió en un trozo de pan negro y se desayunó, como todas las mañanas, con la ilusión de la luz.
Artes marciales
Un dolor le asaltó al cuello, lo dobló y lo obligó a hincar la rodilla en tierra. Su consuelo fue saber que el dolor era cinturón negro.
Clarividencias
Sentado a la puerta de la catedral de Notre Dame un hombre ciego se anuncia como vidente. ¿Logras ver el futuro? , le preguntan. Sí, puedo ver un porvenir invidente.
Ejercicio caligráfico sobre una nota de suicidio
Ensayó de manera obsesiva tantas veces su carta de despedida que llegó a agotarse y desistir del empeño.
A la vuelta del tiempo
En los últimos treinta años, cada vez que se marchaba de aquella oficina, tras una larga jornada de trabajo, sentía que olvidaba algo. Después recapacitaba: «mañana veré».
Familia lectora
Poseía una gran biblioteca en la que pasaba muchas horas. Se encerraba rodeado de libros para empaparse de sus conocimientos como en un proceso osmótico. Un día desapareció dentro de ella. Desde entonces, la búsqueda de su familia es exhaustiva en el estómago de cada página escrita.
Imágenes literarias
Su miopía como escritora le impedía ver bien las imágenes. Metáforas, metonimias y tropos, los encajaba en brumosas frases que sus lectores entendían como plasmación de una escritura hermética.
Empuje hidrocéfalo
Por comprobar el principio de Arquímedes, sumergió su cabeza en la bañera y comprobó que el mundo se inundaba de ideas mientras él se ahogaba.
Estacionalidad gramatical
El punto se contrae en invierno debido a las bajas temperaturas. En verano, dilata. de ahí la desmesura del punto y final de este microrrelato•
Cine de verano
Esa noche proyectaban El último bañista. La medusa dio un salto en su asiento al leer el título. El tiburón que estaba junto a ella la tranquilizó: «no te preocupes, todos los años ponen la misma.»
Atrapado en el tiempo
Avanzó en la lectura del relato hasta perderse en la maraña de palabras, algo que le obligó a recomenzar la narración. Avanzó en la lectura del relato hasta perderse en la maraña de palabras, algo que le obligó a recomenzar la narración.
El vigilante
Era absurdo pero todos abandonaban la ciudad al llegar el verano. Únicamente quedaba un solo habitante, al acecho, para que no desapareciera.
Reflejo socrático
Cuando Sócrates se miraba en el espejo solía decir: «si sólo sé que no sé, cómo sé que quien me ve en el espejo sabe que soy yo.»
Mensaje en una botella
Según las autoridades, cualquier persona poseedora de este texto deberá personarse en la administración más cercana a fin de recibir un título de lector escritos embotellados.
La socorrista
Mientras braceaba para no hundirse en el mar grito: ¡socorro! ¡socorro! La vigilante de la playa lo miró y pensó: mi nombre es Julia, no me llama a mí.
Excursionistas
En la tundra de Groenlandia una turista distraída tomaba el sol. De repente, un numeroso grupo de lemmings realizó un suicidio colectivo arrojándose en masa al mar. Entonces pensó que las agencias de viajes programan, cada vez, atracciones más raras para atraer a los turistas.
Campaña de imagen
El diablo anunció en rueda de prensa que la mitad de sus malas acciones estarían destinadas a combatir la pobreza.
El castillo de arena
Primero fueron los torreones y almenas. Tras el foso y el puente levadizo edificó las gruesas murallas. Continuó con las aspilleras y concluyó con la torre del homenaje. Lo que no imaginó fue que el banco acabaría por hipotecarlo.
Vecindad
La encontré al entrar en el ascensor. Me miró a la cara y me dijo: «piensa lo que quieras pero piensa.»
Declinaciones
Este niño sabe hablar latín ―defendió la madre muy ufana―, lo que llevó al profesor a preguntar al pequeño de cuatro años sobre el ablativo singular de la tercera declinación del verbo saber.
El precio del oro
El rey Midas continuó transformando en oro todo lo que tocaba. Hasta tal punto hubo abundancia de este metal que su valor se depreció y llegó a valer como el hierro viejo.
El infierno perfecto
Todo era impecable en su vida: familia, trabajo, amigos, situación económica. Tan impecable era todo que se hizo insoportable.
Genómica
Decidieron reproducir su ADN a partir de una muestra de su cadáver para recuperar el genio de su escritura. Al abrir la tumba del cementerio de Montparnasse no encontraron los restos de Cortázar. En su lugar sólo había varios montones de palabras.
Clientela
El camarero estaba a punto de cerrar el bar tras una larga jornada de más de doce horas. Un hombre entró y le pidió la última copa. Le salió gratis.
Epistolaria
Remití una carta cuyo destinatario era yo mismo. Cuando recibí la misiva me sacudió la impresión de que me escribía un extraño. Y la devolví sin leerla.
La ciudad escrita
Edificios, calles, plazas, interiores y exteriores, todas las superficies de aquella ciudad habían sido pintadas con los textos escritos de miles de libros. Era un castigo para sus habitantes que nunca leían. Ahora mientras andaban por la ciudad o viajaba en trasporte miraban atónitos el decorado porque se habían vuelto analfabetos.
Flechazo
Se enamoró de una ecuación de segundo grado pero su amor no tuvo solución. Nunca supo despejar la incógnita que había en su mirada.
Glaciación
Al descongelar el hielo de su frigorífico se quedó helado pero, después de muchos años, volvió a sonreír.
Inmolación
Miró el expositor de arriba abajo y de izquierda a derecha con ojos anhelantes. Luego dijo: «dame un pastel... aunque me muera.»
Erudito
Hablaba siempre en pasado. La mayor parte de su vida la dedicó al estudio de las lenguas muertas.
Mendigo
Aquel hombre sentado en el suelo de una calle céntrica, mugriento y pedigüeño, no quería dinero. Escrito a mano, con trazos de ansiedad, sobre un trozo de cartón se podía leer: dame tiempo.
Intervención quirúrgica
Entró en el quirófano con toda la ilusión del mundo. Lo iban a operar de los malos pensamientos. Pero el cirujano se equivocó y le extrajeron las ideas más peregrinas. Desde entonces su única lectura es el Boletín Oficial del Estado.
Antípodas
Las dos últimas personas que habitaban la Tierra estaban cada una al otro lado del planeta. Las dos comenzaron a viajar en la misma dirección en busca del remitente de un email que quería dejar de estar solo.
Relator
Presentó su obra a un concurso de relatos sobre depilación láser y fue descalificado por no tener un pelo de tonto.
Familia lectora
Poseía una gran biblioteca en la que pasaba muchas horas. Se encerraba rodeado de libros para empaparse de sus conocimientos como en un proceso osmótico. Un día desapareció dentro de ella. Desde entonces, la búsqueda de su familia es exhaustiva en el estómago de cada página escrita.
Plagio
Fiel a su estilo no hizo otra cosa que copiarse a sí mismo. Fue denunciado por la sociedad de autores.
Vagabundos
Al salir de casa se topó, sin quererlo, con un rhinovirus que deambulaba por la acera. Tenía un aspecto lamentable. En un acto de humanidad le dijo se cuidara que tenía mala cara. “Márchese a casa, métase en la cama y descanse”. Enfadado, el rhinovirus se revolvió contra él y lo colonizó.
Mutación
Ha sido fijo por el cambio climático. El Yeti ha decidido dejar su oficio y dedicarse a otro negocio que nada tenga que ver con las nieves perpetuas. Dicen que lo han visto con menos pelo en un curso de algoritmos computacionales. Otros, afirman, por el contrario, que se trata de Al Gore, disfrazado. Y hay quien va más allá y lo identifica con Julian Assange.
Develación
Sobre el pecho de Yasuko se posó una mariposa. Con su mano cubrió el gesto alado y escuchó un tenue rumor de alas junto a su corazón. Imaginó la espuma de los besos en un mar de flores. Y cuando la joven sus dedos abrió sólo encontró, con fino polvo escrita, una palabra de amor.
La escapista
Insatisfecha, horadó el muro de su realidad y escapó. Desde entonces vive en un blog —un lugar parecido a la infancia donde son plausibles los sueños—. A diario retorna y nadie se da cuenta que se ha evadido del mundo.
Miopía deífica
Y Dios preguntó a Caín: «qué has hecho». Y Caín le respondió: «acaso no lo has visto, para qué me preguntas».
Primicia
El alquimista ofreció una conferencia de prensa para desmentir que su cometido fuera el de transmutar metales en oro. “Buscamos la Piedra Filosofal para licuar el tiempo y sublimar los sentimientos hasta hacerlos cristalizar”, dijo. Y luego desapareció.
Anatomía de la palabra
Hablaba hasta por los codos. Sus conversaciones estaban articuladas entre la flexión y la reflexión.
Cuentos contra la Navidad
Paparruchas
Salida
Cerrado el Paraíso, la gente encontró en los bares un sucedáneo. Las tabernas del mundo desde entonces se llamaron Babilonia.
Forense
A fuerza de practicar la autopsia a las palabras descubrió, en sus cadáveres, claros síntomas del atrofiado pensamiento humano.
Vagabundos
Al salir de casa se topó, sin quererlo, con un rhinovirus que deambulaba por la acera. Tenía un aspecto lamentable. En un acto de humanidad le dijo se cuidara que tenía mala cara. “Márchese a casa, métase en la cama y descanse”. Enfadado, el rhinovirus se revolvió contra él y lo colonizó.
Cuentos mínimos
Cuentos en miniatura
Cada noche el hombre leía el libro bajo la luz de la farola y cuando lo cerraba concluían los sueños.
Dejó de pensar en el preciso instante que, cautivado por una idea seductora, huyó con ella.
Tenía que dar un recital de poesía y perdió la erre por el camino. Fue una tarde de versos gangosos.
Los artículos personales serán escaneados en los aeropuertos.
El profesor escribió en la pizarra la palabra ‘coloide’. Al girarse hacia la clase todos sus alumnos habían desaparecido.
Lo besó y nunca más se supo.
Fue un escritor con muchos textículos.
Devoró al lector.
La pelota dibujó una hipérbola en cielo hasta que tapó el sol y se produjo un eclipse de fútbol.
Llegó el juez y dijo: «que se levanten los condenados a muerte». Y toda la humanidad se puso en pie.
Le pidió un ratito de ternura sensual. Ella lo abrazó entre sus pechos y él desapareció.
No dejaron de amarse durante toda la noche y cuando amaneció supieron que no existían.
Ficción súbita
Microcuentos
Fue a dar las condolencias a un conocido por el fallecimiento de un familiar. Al acercarse a la casa vio la mesilla con el libro de firmas y las sillas en la puerta. No era una tarea grata pero había que cumplir. Fuera no había nadie y pensó que quizás era muy pronto o muy tarde. La puerta de la calle estaba abierta pero en el recibidor las sillas permanecían vacías. Tampoco se escuchaba ningún ruido que advirtiera de la presencia de gente en la casa. Se extrañó y dudó si entrar o marcharse para regresar después, pero se dijo que ya que estaba allí no era cuestión de volver otra vez. Entró con parsimonia mientras buscaba con la mirada la presencia de alguien en la vivienda. El velatorio estaba vacío. Su olfato lo orientó hacia el olor a crisantemos, gladiolos y lirios que emanaba desde una habitación al fondo de la casa. Durante un instante estuvo desconcertado sin saber hacia dónde ir, pero se decidió y llegó hasta la habitación donde estaba el féretro. El cadáver no estaba y en su lugar un cartel indicaba: «ni vivo ni muerto». Sintió un repentino escalofrío y se marchó. Caminó molestó durante un rato porque consideró inútil su acción y, sobre todo, se sintió frustrado por no haber podido dar el pésame a nadie.
Cuentos minúsculos
Minificciones
Cortazianas
Diagnosis
Tras el último escáner le diagnosticaron un tumor irremediable. Era un cáncer terminal que pronto lo devolvería a la vida.
Encuentro en la primera fase
Un hombre de neandertal y un homo sapiens se encuentran hace 40.000 años en la península Ibérica. Después de mirarse fijamente a los ojos mantienen una conversación.
N-¿Vienes de lejos?
HS.-Llevo andado miles de años hasta llegar aquí.
N- ¿Estás cansado?
HS- No. Todo lo contrario, me siento pujante y lleno de energía. Dueño del futuro y de este mundo.
N- Eres optimista. Yo en cambio sé que no veré el futuro.
HS- No lo verás; te extinguirás antes.
N- ¿Y no te da miedo tanta responsabilidad, ser la especie que domine la Tierra?
HS- ¿Miedo? Me espera una vida apasionante llena de evolución. Inventaré la escritura, dominaré el fuego, practicaré las artes y cultivaré las ciencias. Descubriré el Universo que nos rodea y el átomo. Viajaré fuera del planeta.
HS- También inventarás a Dios y conocerás la muerte. Matarás de manera intensiva e indiscriminada. Acabarás con los recursos de este mundo y con otras especies y te adueñarás del planeta.
El homo sapiens bajo la mirada y meditó un momento.
HS- Tienes razón, hermano. Quizás yo tampoco tenga futuro.
N- Entonces no parece tan bueno ni inteligente este diseño.
HS- Tú déjame que pensar es lo mío.
Castillo de naipes
Lu-Chi Ai-ti acudió al gran maestro para que le aconsejara sobre las adversidades que el destino, a veces, depara.
–Sabio anciano –interpeló–. Si después de colocar con trabajo y esmero cada pieza importante de mi vida, el infortunio se empeña en derribarlo todo como si fuera un castillo de naipes, ¿debo abandonar toda empresa y rendirme a la indolencia?
El anciano lo miró, extendió sus manos y cerró sus párpados. Permaneció callado durante un tiempo que a Lu-Chi le pareció eterno. Luego dijo:
–No eres tú quien contiene a la existencia dada sino ella quien te contiene a ti. Tú eres ese destino que se derrumba en un instante y quien al acto debe levantarse. No te abandones a la suerte porque tú eres el azar mismo de esa carta caída y levantada hasta la eternidad.
Escriturar
Comenzó a escribir su vida y contó, con pelos y señales, cada detalle. Perfeccionó su método y acabó por anotar cada segundo de su existencia. Necesitaba otra vida para escribir su vida sin apreciar que la escritura de sus hechos era la experiencia misma de vivir.
Salto al vacío
Sentado al borde del vacío esperó que no pasara nada y saltó sobre él. Se bajó de la cama y empezó a transitar el día. El sueño lo había traído del futuro y el futuro no iba a volver al pasar.
Historia de un corazón vidriado
El corazón es como un vidrio puro –me dijo-. La primera vez que un desamor rompe el cristal, la fractura parece irreparable. El tiempo la une pero la cicatriz permanece indeleble. Después llegan más amores que lo agrietan de nuevo. Nuevas fisuras que con paciencia es necesario volver a soldar.
Así aquel espejo bruñido y de una pieza es, al final, igual que un diamante con muchas caras. Y cada una refleja el destello de los amores vividos por ese corazón.
Radiografía
–Hoy me noto raro.
–¿Qué te sientes?
–Eso es que no me siento nada. Ningún dolor, ninguna molestia.
–Deberías ir al médico y pedir un volante para el radiólogo.
–Sí y que me escaneen el alma.
Amor ‘fou’
En el hormiguero hay una pareja que hace el amor todas las tardes después de ducharse. Primero se lava él y a continuación lo hace ella que es quien limpia la ducha. Es una hormiguita que pasa desapercibida en la inmensidad de la urbe mirmecológica pero llena de encanto y con una bonita sonrisa. Su belleza es hiriente y refinada. Le declararía mi amor si no fuera entomólogo.
Ola de calor
A Isabel y Pablo les sobrevino un problema con la ola de calor: los niños se les derretían como una bola de helado en el Sahara.
Desdoblamiento
Llamé a mi casa y me contestó mi voz.
-¿Sí? Dígame.
-Soy tú le dije.
-Me gasta una broma o qué.
-¿No me reconoces?
-Mire no tengo mucho tiempo que perder. O me explica lo que quiere o le cuelgo.
-No te pongas en ese plan de situarte en un plano superior que te conozco.
-Usted a mí no me conoce de nada.
-¿Cómo que no? Te conozco cuando te levantas por la mañana maldiciendo el hecho de tener que ir a trabajar; cuando te impacientas en los atascos; cuando te exaltas porque alguien se demora haciendo la compra, mientras tú esperas… ¿Quieres que siga?
-Vale, no siga usted. ¿Qué quiere venderme? ¿Es una nueva oferta telefónica, libros, algo a plazos? ¿O se trata de una encuesta camuflada? Le aseguro que si es algo de alguna confesión religiosa hemos terminado de hablar.
-No vas a cambiar nunca, siempre te precipitas sobre las cosas.
-Hombre, encima me da consejos de comportamiento. Dígame qué quiere.
-Quiero que reflexiones sobre tu vida.
-Eso es muy metafísico.
-No eso es muy real. Piensa a qué dedicas tu tiempo.
-Lo dedico a aquello que me veo obligado a hacer y, cuando puedo, a lo que me gusta.
-Pierdes el tiempo en cosas absurdas: escribir, Internet, en especial esas dos cosas juntas, bajar al mar, hablar con los amigos, intercambiar afectos, dedicarte al tiempo inútil de la meditación, leer, poner un acento escéptico y pesimista a la forma de ver el mundo…¿Crees que por ahí vas a llegar a alguna parte?
-No lo sé. ¿Si usted me dice dónde hay que llegar?
-Podrías replantearte tu modo de vida. Antes no eras así.
-Me parece que es un poco tarde para cambiar las cosas. Además ya no recuerdo como era antes.
-Inocente, espontáneo, combativo, enamoradizo, libre.
-También cabezota, inconsciente, irresponsable, indolente con los que me rodeaban.
-Pero ahora eres demasiado metódico y ritualista. El pragmatismo se ha apoderado de ti y no haces nada que no tengas programado.
-Se me escapa el tiempo.
-Por eso, no echas de menos el cometer más errores, correr más riesgos. Hacer más tonterías. Jugar como un niño.
-Siempre me faltará aquello que no tengo pero lo que no tendré nunca será otra vida para repetirme.
-Por eso come más pasteles y bebe más vino. Ten más complicaciones reales y menos problemas imaginarios.
-Mi realidad imaginaria tiene tanto peso como el mundo físico. Sin uno no podría vivir en el otro.
-La vida está hecha de momentos. No hay que dejar escapar el ahora.
-Vivir es un momento. Ese es mi ahora.
Al colgar pensé: esta es la última vez que hablo con un desconocido.
Beso con lengua
Me contaron una historia que me pareció increíble. Tras una noche en una discoteca donde conoció a una chica con la que tonteó, Lucio despertó a la mañana siguiente con una extraña sensación. Sudoroso y aturdido se levantó de la cama como desenmarañándose de un ovillo sueños.
Detalles imprecisos de la madrugada fueron tomando cuerpo en su mente. Primero vino un rostro de chica con facciones redondeadas. Luego una mirada líquida donde se sumergió toda la noche hasta casi ahogarse. Recordó que la joven vestía una camiseta con una definición: ‘100 % mala’. Y haberle pedido su número de móvil, algo a lo que ella se negó. Pero sobre todo aún saboreaba aquel beso con lengua que fue como una descarga eléctrica y lo dejó anonadado.
Se preparó un café para espabilarse y poner en orden sus ideas. Bajo el paladar notaba una picazón que pensó se debía a la bebida. A pesar de la aventura se sentía abrumado por una idea: no sabía cómo poder localizarla. Días después volvió sobre sus pasos, regresó a la discoteca, pero nadie le dio norte de ella.
Los días pasaron y aquella sensación de flotabilidad perdió su fuerza como una gaseosa destapada. Lo único que permanecía de la referida noche era aquel hormigueo en su lengua: una sensación como cuando pones la lengua para comprobar si una pila eléctrica está cargada y notas el picor de la corriente. Las semanas transcurrieron pero la molestia bajo su lengua no.
Fue al médico para que lo reconociera. Tras un primer vistazo el doctor advirtió una marca como de cifras numéricas. Una lupa le ayudó a saber que se trataba de un dígito de nueve cifras. Lucio comprendió entonces.
Inconveniencias
Eso sí, la humedad me está matando.
La visita
—¿Se puede?
—Adelante.
—Buenas. Tiene usted un ‘blog’ muy curioso —le dijo—. Aunque se le ve un poco solitario.
—No tengo muchos vecinos, no. Tampoco viene a visitarme mucha gente. Es cierto. Pensé bautizarlo como ‘La estepa rusa’ o ‘El mar de la serenidad’. Pero no me quejo. Lo mantengo abierto porque me gusta venirme aquí un rato por las tardes o de madrugada, cuando parece que todo el mundo se calla. Algunas noches, miro hacia fuera y veo como un humillo blanco que se eleva de los edificios. Son los sueños que la gente tiene. He fabricado una máquina que captura ese humo y los traduce. Luego las traducciones las suelo colgar entre estas cuatro paredes.
—Entonces ¿es una bitácora para soñadores?
—Bueno más bien para ilusos que dicen algunos.
—De ilusión también se vive.
—Sí, esto a veces parece una ilusión, otras no.
—¿Cuándo parece más real?
—Cuando se presenta gente como usted y charla conmigo, así en plan amistoso.
—Lo cierto es que no tenía nada que hacer. Si no igual paso de largo. Ya le digo que como no tiene mucha parafernalia, ni dibujitos, ni fotos. Ni tampoco nada de sexo con lo que llama la atención, ni de política que pica mucho a la gente. Podía poner algo… unos enlaces luminosos, una radiografía de su esqueleto o, que le digo yo, una oferta: una entrada para un espectáculo al que deje un comentario. Puede sobornar a esos que hacen listas de ‘blogs’. Dicen que si pagas algo te suben de posición.
—Déjelo es igual.
—Hoy he leído en Internet que cada día nacen cien mil nuevas bitácoras. Son muchas ¿no? A este paso va a ver superpoblación. Cada 230 días se duplica su número.
—Sí, cada día somos más pero hay mucha diversidad. También una profusa repetición. Ocurre igual en el Universo: millones de estrellas formadas con muy pocos elementos.
—A este paso se convierten ustedes en el quinto poder.
—Ese análisis lo hacen los optimistas o quienes son arte y parte de este negocio con unos intereses muy concretos.
—¿A quién le teme más?
—A los segundos. Son los gurús de la blogosfera y engañan a la gente.
—Parece usted un descreído.
—No me gusta meterme con nadie, pero no puedo dejar de ser escéptico. Detrás de un juicio así hay intereses concretos.
—La verdad que para mantener esto abierto hay que estar sobrado de tiempo. Tengo un amigo que dice de ustedes, los bitacoreros, que tienen mucho tiempo libre y por eso se dedican a este asunto.
—Bueno es un sambenito que nos han colgado como otro cualquiera. Pero mantener esto limpio y ordenado lleva lo suyo, no se crea.
—También alimenta el ego una barbaridad, que hay cada uno por ahí…
—No, si tiene usted razón. Pero yo la verdad no soy ambicioso, es para echar el rato y matar el tiempo.
—¿Ha matado mucho tiempo ya?
—Alguno, no se crea. Ve esos sacos amontonados en aquel armario. Es tiempo muerto que he ido matando aquí.
—Pues sí que… ¿y es difícil matarlo?
—Cuando más me cuesta es en las noches de insomnio. No hay forma.
—Se le ve cansado de esta vida.
—Más que cansado de vivir estoy exhausto por lo vivido.
—¿Se viene conmigo?
—¿Dónde iremos?
—Lejos.
—¿No podré regresar?
—No.
—¿Podré construir otra bitácora allí donde vamos?
—Lo desconozco.
—¿Es usted la ignorancia?
—Soy la primera duda y la única resuelta.
El jersey de lana
Esta mañana he tenido que tirar el jersey de lana. Lo metí en la secadora y ha encogido. No me gusta despedirme así de las cosas a las que le tengo cariño. Lo había echado a lavar porque se me manchó el día anterior cuando después de comer decidí echar un polvo con mi novia y al final salió salpicado. Lo del polvo fue porque al final de una cinta de vídeo había quedado grabado un trozo de película porno y nos animamos. La noche anterior dejé el vídeo preparado para grabar un programa sobre la evolución de la vida en el planeta Tierra. Lo había visto anunciado en el periódico del día que alguien se dejó olvidado en el metro. Nunca cojo el metro pero tenía prisa y el autobús tarda una hora en llegar. Ese día salí de trabajar un poco más tarde de lo habitual porque mi compañera de oficina se empeñó en demostrarme cómo funcionaba una nueva versión de un programa de ofimática. Nunca me puedo negar a lo que ella me pide; es siempre tan atenta. En mi último cumpleaños me regaló un desnudo de su cuerpo y lo que llevaba puesto que era el jersey de lana.
Caperucito Feroz y la Loba Roja
Pie de foto
—Mira un alien —le dijo. Alfredo sonrió.
—No es más que un insecto. Algo extraño, eso sí —le respondió.
—Pero se parece a alien.
—Las películas de ciencia-ficción copian el diseño de sus monstruos tras observar el mundo de los insectos —le detalló para sosegarla—. No te muevas que no se espante. Voy a por la cámara.
—Eso, lo único que te importa ahora es hacer fotos.
Alfredo volvió en un periquete y enfocó al extraño insecto con su cámara de 10 millones de megapixeles. Hizo un primer disparo y saltó el flash. Ocurrió entonces algo insospechado. Cuando el bicho recibió la luz de repente duplicó su tamaño. Se hizo mayor y cambió su forma.
—Oh! –exclamó.
—Arrrggg! —gritó ella con asco.
—Eso debe ser porque la luz aumenta la velocidad de duplicación celular —definió para apaciguarla. Existen microorganismos que al percibir un aumento de temperatura aceleran su cinética de crecimiento. Este debe ser sensible además a la luz.
Ante tal maravilla, Alfredo volvió a clicar su cámara. El insecto dobló su volumen y adoptó una nueva figura. Alfredo, perplejo y boquiabierto, separó la cámara de su rostro para ver el prodigioso acontecimiento. Su mujer corrió lejos del cuarto de baño para llamar al servicio de emergencias.
El asombro obligó al índice de Alfredo a disparar continuamente. A cada clic una nueva figura y un ser más colosal.
Al día siguiente fue portada de todos los diarios nacionales. Una foto retrataba una boca gigantesca y una negritud inmensa. Al pie se podía leer «La última foto de Alfredo». En el interior todo el reportaje.
Campeonato Mundial de Fútbol de placeta
Antes de empezar a dar patadas a la pelota había que escoger, un momento decisivo porque de ese hecho dependía la suerte del juego. O los equipos estaban equilibrados o el encuentro acababa antes de tiempo por retirada del contrario. Se escogía a pares o nones entre dos capitanes y siempre había disputa por llevarse los mejores elementos. El sorteo de campo se hacía lanzando una piedra plana al aire, mojada previamente por una de sus caras con saliva. Para comenzar el partido se daban dos botes algo que, con frecuencia, iniciaba la primera de las discusiones por la parcialidad del bote inclinado hacia uno u otro campo. A partir de ahí comenzaba el ‘zafarrancho de combate’. Cada gol se celebraba como una autentica victoria.
Las disputas alcanzaban incluso al seno de los componentes de un mismo equipo cuando, por ejemplo, había que lanzar un penalti. Ese lance del juego que todos los niños queríamos protagonizar. Pobre de aquel que lo fallara después de discutir con sus compañeros quien era el chutador.
Las normas más destacadas decían que penalti y gol es gol; que de portería a portería es una marranería (y el gol no valía); que no había fuera de juego pero quien marcaba los goles detrás del último defensa debería cargar con el descalificativo de 'ficharroscas'. Había diferentes faltas que provocaban discusión como la ‘mano-caída’, si la pelota tocaba el brazo mientras este se apoyaba en el suelo, mano involuntaria, agarrón, zancadilla o patada.
Al finalizar el partido el himno que entonaban los ganadores, para humillación de sus contrarios, venía a decir:
Hemos ganado
Una copa de meaos
Y se la han bebido
Los que han perdido.
Tarde de cine
A la vuelta feliz como un niño que cumple su deseo decidió tomar un camino de vuelta a casa diferente al que cogió la pandilla de jovenzuelas que le acompañaban. Tenía tanta prisa por llegar que optó por acortar el camino y cogió un atajo.
Había dado apenas unos pasos cuando un chaval, algo mayor que él, interrumpió su caminar. El joven le preguntó qué era lo que se veía en las entradas que llevaba en la mano. Inocente desplegó las papeletas y se dispuso a leer las letras impresas. No tuvo tiempo a terminar la lectura. Los tiques volaron de sus manos.
Su alegría desapareció de repente. Rompió a llorar mientras intentaba alcanzar al ladrón que pronto desapareció en una encrucijada de callejuelas. Su desconsuelo fue a más igual que su llanto y, en ese instante, pensó que había hecho mal por abandonar el grupo de muchachas.
Un joven se acercó a Marcelo y le preguntó por qué lloraba. Tras contarle su desventura el joven que también regresaba de la cola del cine dijo conocer al pillastre, le pidió que se tranquilizara y lo llevó hasta su casa. Allí habló con una señora sobre el hurto de las entradas y la identidad joven que le había arrebatado las entradas. La mujer cogió a Marcelo por el brazo y echó a andar.
La ciudad entonces le sonó desconocida. Caminó por calles inéditas y vio gentes distintas. Turbado, quejumbroso, se lamentaba de todo lo que sucedía. Hasta llegó a inquietarle la señora que lo guiaba.
Al llegar a una vieja casa, la mujer interrogó a una joven que cuidaba un bebé, sobre unas entradas de cine, y ésta le señaló el alféizar de una ventana donde aparecían arrugadas. La chica contó que su hermano acababa de traerlas porque se las habían regalado. Recuperadas las papeletas la mujer lo acompañó hasta la cercanía de su casa. Aún temeroso corrió hasta su hogar.
Aquel día Marcelo aprendió, en una sola lección, no a confiar ni a desconfiar de las gentes o a recelar del azar. Marcelo aprendió a esperar lo inesperado.