Demonios



Mal’ak, el ángel negro de las tres alas, posado un día junto al borde abismal que cae al Infierno inundaba sus pulmones con los vapores que exhalaban de la sima.
―Dime, Mal’ak ―le preguntó un alma en pena―, a qué huele.
El ángel dotado de un olfato infinito respondió:
―Huele al achicharramiento de carne y vísceras humanas. Pero, entre ellas, distingo por su profusión, un olor especial. Lo desprenden los cuerpos de aquellos que dijeron servir a Dios en su Iglesia.

2 comentarios:

simalme dijo...

Juas, juas, qué bueno. Y..pensándolo bien...qué bonito

Joselu dijo...

Eres realmente corrosivo. Este microrrelato es salvaje. ¿Ni uno se salvó? Pobres de ellos ¿no? ¿O que les den viento fresco por hipócritas?